viernes, 16 de diciembre de 2016

Directamente.

Tengo más miedos en la piel que daños,
como si las cicatrices no hubieran tenido suficiente con ser herida,
como si la cabeza se mezclase con el corazón y todo saliera borroso.
Todo, menos los miedos.

Miedos.

Miedos.

Y más miedos.

Se multiplican, se mezclan
se vuelven a mezclar,
obtienen formas,
se vuelven de colores
se esconden
                    y juegan a mi costa.


Y yo aquí, con ganas de ser yo y no Alicia la que se bebe la pócima que hace encoger.


Que con miedo no se avanza.
Lo sé.
Que el miedo solo te lleva a naufragar por los peores recovecos de tu mente. 
Y crear más.
También lo sé.
Pero lo tengo. Y no uno. Varios.
No logro verme avanzar sin ellos.
No me dejo salir a hacerme daño;
escoger a quien mejor va a saber destruirme siempre se me dio muy bien.
Por eso ahora el daño me lo hago yo,
y nadie más que yo volverá a tener esa satisfacción.

Y lo juro.
No tenía prisa.
Lo mejor que he hecho por mí ha sido ir despacio... con el corazón.
Pero cómo voy a frenar 
si quien ha elegido ser mi copiloto va directa a mi naufragio.
No estoy preparada. 
Me tiembla todo.
Sonríe.
La velocidad deja de tener sentido.
El tiempo.
El espacio.
Estrellarnos juntas nunca fue una opción.


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